Marcelino FreireColección Ç / Librosampleados, 2016Narrativa, 71 páginasISBN: 978-607-96666-6-8Formato: Impreso
” ¿A ustedes les importa que este autor nacido en Sertánia, Brasil, en 1967, haya leído y meditado a Ezra Pound? A mí tampoco. Pero Brasil es Brasil y es canto, y estos dieciséis cantos son lenguaje vivo que es sonido e historias para pensar y calificar a un autor como excelente y a una literatura como necesaria en la medida que se puede ver como un indicador de por donde se puede ir sin seguir más fórmulas que el lenguaje que se oye.”
“Desparpajo y soltura aparente y cierto preciosismo en la elección de vocablos llevan al lector a través de pasajes de sombras y luces, en donde la violencia y la sordidez ganan centímetros en un espacio de asfixia casi permanente, transformando el acto de la lectura en una profesión de riesgo antes que en otra modulación de la condescendencia”.
Me impresiona la dulzura y la ternura con que Freire escribe. Armando Escobar G. traduce, reinventando con una iconoclastía hacia el mundo luso, y a la vez adecúa otras expresiones mexicanas en un puente vinculativo con un México que seguramente también vive esa clandestinidad subcutánea que hace brillar hasta al oscuro más oscuro.
“Cuentos negreros” es, en definitiva, uno de los libros del año. Y Élmer Mendoza le otorga un prólogo bellísimo, preciso, a uno de los autores más poderosos de Brasil; y con todo merecimiento: Marcelino Freire practica el muy raro oficio de ser fiel a su literatura.
Lo que posibilita Cuentos negreros es que hay un color de piel, una fuerza de los cuerpos, un ritmo propio de los negros, unas glándulas secretando, unos sexos violentando los orificios, un arreglo material en el que los cuerpos sufren y gozan, una explotación que lleva miles de años confundida con la piel de los negros y que el lenguaje logra capturar y diseminar en sintagmas, cadencias y estructuras. Eso es lo que podría explicar el ritmo sincopado del libro, la prosa oscilante, descoyuntada y cercana al canto —aunque más que canto, se trataría de un grito. El recuerdo del grito de los negros que venían en los primeros barcos de esclavos. En esos cuentos, podría insinuar, el escritor mantiene viva, a pesar de sí, una memoria que quiere liberarse de las cadenas.
Freire nos da material para meditar largas horas. Según sus propias palabras, no llama cuentos a sus escritos porque son improvisaciones, reproducen un modo de hablar cantado, específico de la zona brasileña de la que él proviene. Son como una canción, un poema; riman. Sobre todo, son cantos desde, sobre y para la marginación. Marcelino Freire se desdobla con honestidad en sus personajes segregados: las putas, los putos y los negros.
En los pequeños, crudos, fieros y fulminantes relatos de este libro de Marcelino Freire, no hay tregua ni sosiego; no hay felicidad, naturalmente, pero tampoco hay lloriqueos. El Brasil racista es lo que es. Punto. Juntos, estos Contos negreiros forman una ola negra que se empecina en avanzar, no en retornar a la playa. Relatos fatídicos, rompehuesos, altaneros. Relámpagos narrativos que vuelven a revelar el dolor y el infortunio económico, y también la aceptación de la ruindad social. Lumbre negra.
Crudos, directos, repetitivos como una letanía oscura, estos Cuentos negreros se sostienen en su pluma puntual que nos entrega joyas como “Corazón”, “Poliladrón”, “Educación superior” y “Yamami”. Su estética vibra en el rodeo de una pregunta: ¿Ser negro, ser pobre, ser desgraciado en Brasil es una misma cosa?
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